Un tren que se hace
querer
Argentina:
un gran territorio con ciudades densamente pobladas y todo el confort en
contraste con pueblos existentes a pulmón por sus pocos habitantes, para
quienes el valor de la solidaridad, la tierra y el trabajo es inconmensurable.
Y
las distancias que son enormes cuando los ferrocarriles cierran, quedando esos
pueblos cada vez más lejanos y viviendo sus habitantes otra realidad, a otros
tiempos; muchas veces de la mano de Dios y de sus propias manos porque no
quieren transformarse en pueblos fantasmas. Se saben pueblos con historia.
El
amor hacia “La Trochita” tren emblemático de nuestro sur argentino, hizo que
Ezequiel López y su familia (entre sus recorridas sureñas) viajaran hasta allí
para tomar fotos y recoger testimonios. Y les pasó como suele pasar en estos
casos, volvieron con mucho más de lo que llevaron.
“Cuando vas a la
Patagonia en auto y empezás a tener amplitud, horizonte llano, cambia todo:
baja el ritmo cardíaco, la respiración, ves en otro nivel las cosas; y cuando
llegás después de dos días de viaje tenés otro ritmo…”
“Hay pueblos como
Río Chico donde solamente hay un teléfono y si hay televisor la antena es con
una papa. Unicamente llega Radio Nacional y en una determinada franja horaria”.
“Es gente muy
solidaria y con otros tiempos. Estar allá de esta manera y no en circuito
turístico, te aporta algo nuevo a la historia de encontrarte con el otro. El
libro de La Trochita significó ir por cada pueblo dónde alguien tiene siempre
algo para hablar del tren: porque vivían del tren, se quedaron sin trabajo por
el tren, porque están abandonados porque no hay tren… y porque extrañan el
tren. Entonces siempre hay algo para que te cuenten.”
(Valeria Douglas)
“Yo me siento más
cómodo en la Patagonia que en donde nací que es aquí en Buenos Aires. Me siento
más vital, me gusta el frío, los extremos. A mí me encanta que el día empiece
con sol, a la mitad haya una tormenta, un chubasco o empiece a nevar. Ir a
pescar en plena lluvia, volver muerto de frío y comer algo bien calentito y
sentarme al lado del fuego: es maravilloso. Y esto solo te lo propone la
Patagonia.”
“El tren me fascinó
siempre por lo que había leído. En un viaje que hicimos en invierno subí a La
Trochita y fue maravilloso, más de lo que yo esperaba.”
“De cada libro
escribo una bitácora de viaje. Cuando escribí lo de La Trochita, fue tomar un
camino nuevo al encontrarme con la historia de la gente. Vivía lo que ellos me
contaban: los relatos de los abuelos que construyeron el tren, los padres que
trabajaron en los talleres, y el hijo (por caso) que era maquinista. Me encontraba en vertical con tres
generaciones y con personas que en ese espacio eran importantes: son los
grandes protagonistas de esta historia de amor por este tren.”
“La vía tiene 402km
y hoy está funcionando en dos tramos de 20km; todo el resto en general está en
condiciones de andar pero hay varios pueblos que han quedado aislados y el tren
no los alcanza (salvo que se arme un charter). Por ejemplo, Río Chico es el
pueblo más lejano y hay gente que mantiene las vías en buen estado porque el
tren podría llegar a pasar en algún momento (aunque ese momento sea totalmente
incierto).”
“Fuimos encontrando
en pueblos de sesenta personas las cuatro que tenían algo para contar. En la actualidad
hay dos libros ya impresos sobre La Trochita que se están comercializando y un
tercer libro de tapa dura, con fotos a color y bilingüe que estamos intentando
comercializar.”
“Cuatro años nos
llevó escribir el primero y presentarlo. Para nosotros, cada día que pasaba era
un compromiso con toda la gente que nos había contado cosas porque queríamos
llevárselo y que vieran que lo que habíamos dicho era verdad: que íbamos a
escribir un libro desde lugares extrañísimos, arriba de una motorhome y en
medio de la lluvia.”
Fotos:
Javier Pacheco